martes, 29 de diciembre de 2009

Me asusta
debo buscar quien
ha tenido el valor
de decir
lo que por temor
no puedo

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un cuento de semana santa

Lo que mas recuerdo de esa noche es el frío, también recuerdo que estaba con personas que hoy están tan distantes, como Victor, aquel mechudo que quería ser todo un guitarrista al mas puro estilo Randy Rhoads, en eso admiraba mucho a Juanpa que ya había logrado progresar mucho con la guitarra, estudiaba en la de Antioquia y ya había montado sus primeros temas de Barrocos. Hace mucho que no se de Victor, pero recuerdo que era muy amable con nosotros, en si todos éramos unos buenos muchachos, o algo parecido. También estaba Byro, un joven que estudiaba química y era muy intimo de Juanpa.

Mientras que ese día era solemne en la ciudad nosotros estábamos despreocupados, pensando en que hacer para pasar la noche, de repente fuimos asaltados por una idea solemnemente estúpida, todos decidimos que pasaríamos la noche en la calle, deambulando por las ahí, conociendo los secretos de las horas extrañas; 2:30 a.m, 3:50 a.m, etc. No puedo creer que todos fuéramos tan idiotas al unísono, si alguno hubiera tenido una mejor idea con toda seguridad no nos hubiéramos puesto de acuerdo. Ah, pero claro, es que Juanpa, Byro y yo estábamos recontraenamorados de unas jovencitas patinadoras, Victor si no se que pensaba, eso hace parte de estos jóvenes mechudos que son tan frescos, son tan raros, y eso que era el mayor del grupo.

Esa noche teníamos un plan, queríamos expresar en el secreto todo aquello que éramos incapaces de expresar de una manera directa: que éramos tres y estábamos enamorados de dos muchachas, Juanpa y yo de la misma sujeta: Catalina; que amábamos a unas criaturas que no conocíamos, las habíamos visto patinar armoniosamente un centenar de veces; y finalmente que estábamos envenenados del lado tierno del nadaísmo.

En la oscuridad de la noche tomamos unas tizas y comenzamos a copiar pequeñas frases, recuerdo una en particular: dejadme ser tan siquiera la sombra de tu perro. Y como esa muchas otras, en todos los lugares, que fuera lo mas evidente posible que éramos nosotros, los admiradores rutinarios, los que habíamos copiado dichas frases.

Luego llego el frío de la noche, un frío cortando en lo profundo de nosotros, yo tenía un abrigo que compartimos de manera alternada durante la noche en el mayor de los remordimientos, era claro que una gracia de esas no se volvería a hacer en nuestras vidas de una manera consciente.

Al otro día estaban todas las expectativas listas, las patinadoras, los mensajes, nosotros, Catalina, todo. Lo que paso a continuación fue demasiado predecible, Catalina vio los mensajes y comenzó a burlarse de los que los habían escrito, de repente nada, todo paso, se había acabado, murió la fantasía con esa patinadora que había sido mitad María Antonieta mitad princesa amazona. Ese día no hubo mas decepciones, solo un descanso enorme, sin estar enamorados volvíamos a ser como diez años mas jóvenes, así no durara mucho. Comprendimos que los corazones laten con una estrepitosa violencia, que los latidos producen una extraña armonía, y que en la mayoría de los casos nunca habrán dos sentimientos que se puedan sintonizar en la misma frecuencia.