domingo, 21 de febrero de 2010

Las tentaciones de Cristo son una radiografía de las tentaciones del hombre

Lucas 4, 1-13

Las tentaciones de Jesús nos develan un poco de lo que hay en el corazón del hombre.

"Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan"

La primera tentación, el convertir las piedras en pan, reflejan la inclinación natural que tiene el ser humano a utilizar el poder con que cuenta para poner las situaciones a su conveniencia. Contrario a la posibilidad de poner las circunstancias a su favor el cristianismo enseña a confiar en la providencia, ya que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta ( Romanos 12,2 ). Esto es un factor sumamente importante si vemos el efecto que el poder tiene aún en las voluntades mas nobles: un embilecimiento total por la busqueda de los fines. Toda persona tiene una capacidad de poder, una capacidad de influencia sobre su entorno, y en una sociedad donde el dinero es lo determinante la relación necesaria se vuelve en cuanto me aporta el otro, no por lo que es, sino por lo que hace.

La desición, como en toda tentación, la toma finalmente el hombre. Este sentimiento de libertad frente a la tentación genera en las personas una firmeza para defender las aptitudes pecaminosas: las drogas, el sexo desenfrenado, la capacidad de quien puede y quien no nacer, y muchas mas cosas, entran en la vida de las personas con una capacidad tan arrolladora que al final las personas creen que son ellas las que tienen el control de la situación pero no se han dado cuenta que al decidir utilizar el poder para su propios propositos han perdido el horizonte de sus posibilidades, en una sociedad donde todo es posible hay una inclinación inevitable hacia la maldad, no necesariamente colectiva, pero los hijos del mal suelen ser muy astutos (Lucas 16, 8b), no de otra manera se podría explicar un regimen tan injusto como el actual: se legaliza sus acciones y se da un sentido de consenso donde el 95% de la población opta por que el 5% determine su futuro, no hay duda que es una trampa un poco insospechada.

Recordemos que en el Señor todo lo podemos, pues el es nuestra fuerza (Filipenses 4,13); pero que constituye ese poder sino es el amar y dar la vida por el bienestar de los otros, esto si es poder utilizado en beneficio propio: poder perdonar a los que nos hacen daño nos permite tener un corazón libre de cadenas.

"Te daré todo este impero y el esplendor de estos reinos, porque son mios ... Si te pones de rodillas y me adoras ..."

La tentación de poseer todo, del poder total, es aún mas evidente que la anterior. Es muy sencillo comprender, piense un instante si usted fuera gobernante del mundo que haría para acabar con la injusticia, podría ser justo con todos?

Si Jesús hubiera aceptado esta propuesta no hubiera tenido que marchar hacia el calvario, su divinidad hubiera sido decreto al igual que fueron "divinos" los emperadores romanos. Pero donde hubiese quedado la opción del hombre de decidirse libremente por Él. Este era el propósito que el Señor ha tenido desde siempre: que el hombre declare desde su corazón que Jesucristo es el Señor (Romanos 10) de una manera libre, que se deje cobijar por su amor. Igual labor tenemos los que queremos anunciarlo: batallar en una sociedad que no quiere reconocerlo, sabemos que hemos cometido muchos errores, mediante el amor y renunciando a toda iniciativa totalitaria, algo que se intento en otra epoca y que esperamos no se vuelva a intentar nunca.

"Si eres el, lanzate de aquí ..."

La tercera ambición del hombre es el deseo de figurar, de hacer un acto que sea indiscutiblemente portentoso y visible por todos y no deje dudas sobre la actitud de quien lo lleva a cabo. Esta tentación es un peligro constante: en el mundo se llama moda y hay personas que haría cosas que no se imaginarian nunca por quedar bien con otros, también se llama afán de reconocimiento, deseo de que los otros le den valor a lo que hago, esto es hacer algo por mi propia vanagloria y no por el bien de los demas. En este último punto nos encontramos la mayoría de los cristianos por lo menos alguna vez en nuestra vida. Debemos recordar que es para Dios para quien trabajamos.

Alabado sea Jesucristo

viernes, 19 de febrero de 2010

La justicia está en reconocer la necesidad del otro, la necesidad de Cristo que nos justifica y del hermano con el que convivimos

Queridos hermanos y hermanas:

Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo (cf. Rm 3,21-22).

Justicia: "dare cuique suum"

Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra "justicia", que en el lenguaje común implica "dar a cada uno lo suyo" - "dare cuique suum", según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste "lo suyo" que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia "distributiva" no proporciona al ser humano todo "lo suyo" que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si "la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios" (De Civitate Dei, XIX, 21).

¿De dónde viene la injusticia?

El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: "Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar ­advierte Jesús­ es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre" (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?

Justicia y Sedaqad

En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que "levanta del polvo al desvalido" (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en "escuchar el clamor" de su pueblo y "ha bajado para librarle de la mano de los egipcios" (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un "éxodo" más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?

Cristo, justicia de Dios

El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: "Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).

¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la "propiciación" tenga lugar en la "sangre" de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la "maldición" que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la "bendición" que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de "lo suyo"? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "más grande", que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.

Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.

jueves, 18 de febrero de 2010

El llamado a la verdad

Me sorprende las personas que en una especie de optimismo tirano ocultan la verdad de los hechos ya sea por que son muy inocentes, que es la minoría de los casos, o por que son unas bestias salvajes que buscan aprovecharse de las personas que con un gran sentido de compromiso adquieren valor para seguir adelante a partir de manifestaciones personales que van desde el optimismo alegre hasta la resignación mas estoica.

Como es posible que a traves de un cuento de violencia morbosa esten comprando la conciencia de tantos colombianos. No puedo creer que entre los tantos compatriotas con los cuales convivo se encuentren personas que se regocijan en la muerte de sus hermanos, aunque no sean precisamente buenas personas, como si aumentar la franja roja de nuestra bandera, que fue pensada para nuestros heroes caidos, nos fuera a llevar a experimentar una mejor calidad de vida y nos fuera a conducir al extasis de la justicia lograda sin ni siquiera mover un dedo.

Es importante ver para donde va unos de los paises mas favorecidos del mundo en cuanto a posición y disposición de recursos. No podemos seguir creyendo que no hay alternativas, hay que apostar, y debemos reflexionar en nuestro deber como colombianos: ser concientes de que la realidad del país se construye entre todos, no esperanzados en las promesas mesianicas de un gobierno que usa y abusa de la buena y mala voluntad, de todo hay, de su pueblo.

lunes, 15 de febrero de 2010

La confianza en el Señor. Sexto domingo tiempo ordinario. 14 Febrero 2010

Primera lectura. Profeta Jeremias 17, 5-8

El profeta Jeremias, el mismo que se le presento su vocación profetica desde su juventud, se ve enfrentado contra un pueblo que no quiere aceptar a Dios en su vida. Frente a esta perspectiva el Señor le indica: "Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor... Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza"

Esta expresión debe de obligar a las personas a cuestionarse de donde está ubicado su corazón. El ser humano es una criatura en busqueda de riquezas y reconocimientos rápidos. Una criatura con capacidad de iniciar muchos planes pero incapaz de acabarlos de una manera recta sin la ayuda del Señor que le proporciona propósitos nobles.

El nuevo testamento parte de un modelo de vida donde el temor de Dios se hace efectivo en el amor entre hermanos (Juan 15,12). El hombre que aparta su corazón del Dios que predico Jesucristo, profese la fé que profese, puede sentir la incapaz medida de su amor y puede terminar sometiendo sus obras a la lógica del mundo que enseña el amor propio, mezquino, encubierto en una portada de buenas intenciones y pocas obras.

Segunda lectura. Primera carta de San Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20

"Si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra fé"

En la resurrección de Jesucristo descansa nuestra esperanza de que no es en vano que padecemos lo que padecemos. En esta epoca en la que los valores cristianos son perseguidos a traves de los medios, de las estructuras públicas y de la misma conciencia ciudadana, se hace necesario tener una fé que soporte la prueba del fuego que no soporta el oro (I Pedro 1,7), no por nosotros, ya que sostenidos como somos por el amor de Cristo no podemos esperar continuar en nuestras fuerzas lo que Dios mismo concluirá en su infinita misericordia, sino por las generaciones que vienen, para que el cristianismo que ellos reciban, a pesar del daño que le hemos hecho con nuestro mal testimonio, alcance para que el fuego del espiritú siga vivo en el corazón de la iglesia.

Por una esperanza en Cristo que no acaba con esta vida (I Corintios 15, 19), seguimos obrando como sus discipulos en la manera que nos sea posible, reconociendo que ante tanta maldad que hay en el mundo las maneras posibles no son pocas, las obras de misericordia requieren de una revisión constante en nuestras vidas para no llegar a omitir el bien necesario en una sociedad que parece renunciara cada día mas a las salidas legales y honestas:

Obras de Misericordia Espirituales

* Enseñar al que no sabe
* Dar buen consejo a quien lo necesita
* Corregir al que se equivoca
* Perdonar las injurias
* Consolar al afligido
* Tolerar los defectos del prójimo
* Orar por los vivos y los difuntos

Obras de Misericordia Corporales

* Dar de comer al hambriento
* Dar de beber al sediento
* Vestir al desnudo
* Visitar a los enfermos
* Redimir al cautivo
* Dar posada al peregrino
* Sepultar a los muertos

No hay duda que mediante la realización de estas obras la resurrección de Cristo será mas patente para aquellos que no creen que ha resucitado y nos alienta a ser mejores y a perfeccionarnos en las buenas obras

domingo, 7 de febrero de 2010

El llamado -Liturgia 7 2010-

Quiero comenzar este corto mensaje dando gracias a Dios por el carácter misionero de la fe. No se puede ser ciudadano del cielo si se es prófugo de la tierra, con esta sabiduría del concilio vaticano segundo quiero resaltar la necesidad de vivir la fe a través de un compartir con los hermanos, reconociendo que es con el amor que Dios nos consuela consolamos a otros (II Corintios 4,5).

También quisiera tener como una idea de ayuda la expresión de Benedicto XVI: "Sin Jesucristo, el hombre es incapaz de comprenderse plenamente a sí mismo"

Evangelio: Lucas 5, 1-11

"No tengas miedo. De ahora en adelante pescarás hombres"

El evangelio está constituido del radicalismo, diferente a cualquier tipo de fanatismo, que debe de caracterizar el seguimiento de Jesús.

Vemos como el mismo Jesús que es portador de la palabra de Dios y que la enseña al pueblo que se reune alrededor de Él invita a sus primeros discipulos a seguirlo mediante una revelación que mas allá de su caracter milagroso esconde una propuesta con un cambio de vida total: De ahora en adelante serán pescadores de hombres.

El relato tiene en el fondo la invitación a hacer iglesía mediante la obediencia a la voluntad de Dios: "Maestro, toda la noche estuvimos bregando y no pudimos pescar nada. Pero ya que tu lo ordenas, voy a echar las redes"; mediante la construcción social de la iglesía, esto es, buscando como iglesia servir a Dios y no como personas lucrarnos moral o económicamente de la misma. El numero 2 es simbolo de iglesia en la palabra y se requirio de toda la iglesia para que se cumpliera el primer proposito de Dios, no porque Dios requiera algo de nosotros para ser Dios, solo por que su proyecto de Salvación del hombre que se hace pleno en Jesucristo, se extiende al mundo por la fuerza de su Espíritu derramado sobre la iglesia. Debemos estar alerta, delante del Señor no podemos sino ser Santos, pero como hombres somos constantemente tentados llegando a caer momento a momento necesitamos reconocernos pecadores delante del que ya nos conoce, la conversión comienza con el reconocimiento de nuestra falta de luz delante de la luz misma que todo lo revela. Finalmente se debe reconocer que la iglesia es aquel conjunto de hombres que abandona todo por el reino de Dios, toda persona en la iglesia renuncia a los valores superfluos que propone el mundo a las personas y abraza con fuerza los valores que propone Dios en su vida para que practique en el mundo.

Primera Lectura: Isaías 6, 1-2a.3-8

Esta lectura tiene el relata del encuentro del profeta Isaías con el Señor en el templo. Recordemos que todo profeta está llamado a proclamar la palabra de Dios, todo profeta recibe mensajes de Dios y habla en su nombre. La palabra profeta es tomada del griego que tomo a su vez la palabra nabi -llamado- del hebreo.

El profeta Isaías es persuadido por el Señor a ser su profeta, el profeta como ser humano y con capacidad de decisión asume el llamado de Dios como su estilo de vida sin importar lo que cueste proclamar la verdad, llegando a costar su propia sangre (Hebreos 11, 35-37). El Señor hace una pregunta libre : "Quién me servirá de mensajero?", el profeta responde: "Heme aquí Señor, envíame a mí".

El mérito al profeta será este: dado que de un manantial no puede salir a la vez agua dulce y amarga (Santiago 3,11), su labor como profeta estará enmarcada en una reflexión constante de su estilo de vida y del valor de la verdad en sus palabras, siendo Isaías un hombre de labios pecadores es rescatado por el poder de Dios para que en sus palabras prevalezca la verdad partiendo del reconocimiento primero de su condición pecadora que no solo le inhabilitaría para el anuncio del mensaje sino que desembocaría en su propia muerte.

Este llamado hecho al profeta debe de llegar a nosotros que tenemos el privilegio de vivir en el fin de los tiempos, esto es, luego de la primera venida de nuestro Señor Jesucristo. Y diremos, ¨pero Isaías ha presenciado al Señor con sus ojos y ha escuchado su voz ¨. Igual llamado debemos de sentir nosotros viendo la necesidad imperante en el medio de una conversión tanto nuestra como de nuestros hermanos. Igual de claros son los tiempos en los cuales vivimos, tiempos en los cuales el hombre renunciando al conocimiento absoluto de la verdad ha preferido una postura cómoda en la cual la verdad es negociable, esto en lugar de aumentar las ventajas del hombre a largo plazo lo ha puesto a merced de verdades sumamente arbitrarias, el hombre hace pactos con aquellos que son incapaces de mantener una postura o que incluso la cambian a propósito y en detrimento de aquellos que confiaron en ellos. Es momento de comenzar a pensar sobre la verdad, reconocer humildemente que el Señor es la verdad y la vida y no tener miedo. El silencio que estamos guardando en estos tiempos será reprochado por nuestros descendientes siendo todos tan conscientes de las necesidades que apremian nuestro mundo y de la responsabilidad compartida que tenemos en tan desafortunados procesos.

Sea pues Dios quien nos libre de culpa y nos dé de su Espíritu para emprender el camino de búsqueda y recuperación de la verdad, que no tengamos miedo de pensarnos como pecadores, el nos limpiará, ni de expresar la necesidad tan urgente de cambio que requiere esta sociedad que día a día es mas materialista.

Segunda lectura: Carta de San Pablo a los Corintios 15,3-8,11

En la segunda lectura me detengo a pensar en la labor docente de la iglesia, en la palabra griega catequesis -instruir-, la tradición que recibió Pablo la enseño a los fieles de la ciudad de Corinto. Si la labor de la iglesia ha sido la instrucción de la verdad revelada por que existen personas que creen que la iglesia los aliena?

Esta pregunta tiene una respuesta muy compleja y se correría el riesgo de caer en revisionismo infantil. Lo que si queda claro es que en el fondo hay un llamado a la verdad, asúmalo quien lo asuma, un llamado a prescindir a los valores volátiles de cada tiempo sostenidos en la ambición desmedida de los hombres, un desafío a creer que sobre las realidades en que vivimos diariamente se cierne la patria celestial a la cual estamos llamados (Filipenses 3,20) y de la cual podremos dejar precedente en la tierra si nos esforzamos en hacer el bien.

De esta manera la educación en la palabra de Dios no se detiene, mas bien se perfecciona, estando la revelación plena en Jesucristo, mediante el poder instructor del Espíritu. Basta ver el desarrollo del humanismo cristiano, la democracia cristiana en Europa, la doctrina social de la iglesia, el acercamiento de la iglesia a la realidad verdadera de lationamerica, su pobreza y la riqueza de las personas que no se han cansado de soñar y son capaces de seguir sonriendo y soñando en un continente tan sufrido.

También aprovecho el espacio final de reflexión de esta segunda lectura para hacer extensiva la disculpa de Juan Pablo II en nombre de la iglesia. Es una verdad triste que los países otrora cristianos, no necesariamente católicos, son los países que ostentan mas poder en el mundo a fuerza de colonizar y conquistar otros pueblos. Ahora estos países laicos están por fuera de toda norma celestial y aunque no hay manera de conocer como serían ahora si siguieran la catequesis de la iglesia es innegable la decadencia social que existe en estos países y menos aún se puede negar el hecho de que los estilos de vida allí vividos están dados por la capacidad de estos países de influir en las malas decisiones de los gobiernos subdesarrollados.

Permitanos Dios transcender de la realidad tan incrédula en que vivimos y que decidamos como seres racionales que somos en verdad aprender aquellos principios y atrevámonos, ahora que nos consideramos libres, a vivir de acuerdo a los valores que permitirán que entre todos construyamos el paraíso perdido.

Alabado sea Jesucristo

martes, 2 de febrero de 2010

Una segunda reflexión

Si todas las instituciones existentes se sienten llamadas a generar estilos de vidas en las personas que las enmarquen en un estilo de vida en la que ellas mismas sientan que no hacen parte de la realidad presente y que les corresponde un lugar en un mundo mejor que no es el actual por lo que no es su deber ayudar a su entorno a ser mejor entonces esas instituciones no deben de existir o deben de reflexionar el sentido mismo de su existencia. Toda institución humana debe de fomentar en el hombre el sentido de propósito en su vida, pero un propósito en el cual la persona sienta que cuando ella ya no esté el mundo será mejor que cuando el estuvo, esto es, un sentido puramente social con perspectiva de futuro, de un futuro mejor.

Que la gracia de Cristo nos incite a una mejor vida. Amén