lunes, 9 de enero de 2012

El escudo de la fe

Que quedará del hombre fragil cuando pase toda esta injusticia
No hay nada que refleje más la fragilidad del hombre
que todo aquello que ha inventado el hombre mismo:
acallar la sangre del Abel
vertiendo mas sangre en la tierra

BOJAYÁ: PERDÓN, PERO NO OLVIDO

Ahora, a Dios gracias, no veo a nadie. Ya los muertos están muertos. Siento su protección, pero visualizarlos físicamente, ya no .

Así se expresa Antún Ramos Cuesta, el cura de Bojayá que semanas después de la tragedia vivida por este pueblo chocoano seguía viendo en todas partes a sus feligreses muertos. Ni él ni ninguno de los sobrevivientes van a olvidar jamás ese 2 de mayo cuando una pipeta de gas, lanzada por las Farc contra la iglesia, mató a 119 personas e hirió a 97.

El religioso habla con la vehemencia de sus 29 años pero con una serenidad que es tal vez solo posible en quien ha sido el compañero de la tragedia de su comunidad.

Con la barba en candado bien cuidada, el cabello cortado y su cuerpo negro, delgado y alto parece más un atleta que el sacerdote que se echó el pueblo sobre sus hombros cuando más lo necesitaba.

Yo llevaba aquí un año y tres meses, pero solo hacía 15 días me habían nombrado como párroco. Calculo que en Bojayá vivían 1.500 personas. Yo las conocía a todas, porque somos muy poquitos y como sacerdote uno se convierte en centro de las miradas , dice él.

Ramos tiene grabado momento a momento ese día de horror. Así, recuerda que minutos después de sus oraciones matutinas llegaron a refugiarse las primeras tres personas. Venían huyendo de unos combates entre guerrilleros y paramilitares. En el transcurso de la mañana, el número aumentó a 200, mientras los grupos armados arreciaban su lucha afuera.

Llegaban con cinco o seis hijos, en pantaloneta o lo que fuera y la mayoría sin zapatos. Venían mojados porque el pueblo estaba inundado. Muchas mujeres llegaron en brasier y aquí les dimos camisas. Había incluso niños sin ropa porque las mamás los sacaron como pudieron , recuerda.

De la comida que era para tres sacerdotes, al final del día comieron más de 300 personas. El agua fue racionada y las camas de la casa cural dadas a las embarazadas.

Algunos se arriesgaban a salir pero la mayoría se quedó en la iglesia de cemento, que ofrecía mayor protección que las casas de madera vecinas.

Promesas vanas Sentado en el atrio de la iglesia, lo único que se ha reconstruido desde ese día, prefiere preguntarse para qué pasó todo eso y no por qué, pues esto último no tiene respuesta.

La gente llegaba a la ventana de la iglesia para llorar y gritar Dios mío Qué he hecho para que me castigues de esta manera? He sido un tipo de trabajo, de bien, me quitaste mis cinco hijos, me quitaste mi mujer. Padre Usted qué dice? Y qué le dice uno a un tipo de esos? No queda sino sentarse con ellos a llorar .

Guarda silencio; le cuesta trabajo hablar de eso. Pero luego explota para denunciar que la infraestructura de Bojayá está peor que antes, a pesar de tanta promesa del Gobierno. Hay más hambre, más abandono y con el cuento de que nos van a reubicar nos dejaron en un limbo.

La población pidió un médico permanente, un odontólogo y dotación para las escuelas, entre otras cosas. Nada de eso llegó, excepto la planta de energía dada por la Red de Solidaridad, que funciona 4 horas por la noche.

Un escudo de fe Después de otro silencio largo, vuelve a su relato: A las 9:00 a.m. la gente ya no cabía en la iglesia. Había 490 personas hacinadas allí y en la casa cural.

A las 10:45 escuchamos la explosión buumm!, eso viene como con un eco. Las autodefensas afuera vieron cuando el cilindro venía en el aire. Ellos corrieron pero nosotros estábamos adentro y no sabíamos en qué dirección venía , recuerda.

La pipeta explotó sobre el altar, donde estaban 180 personas. El poder de destrucción de una pipeta es catastrófico. Comenzaron a caer cabezas para todos los lados; eso desvertebró una cantidad. Hubo un listado de 50 que quedaron despedazados .

El sacerdote estuvo casi un minuto sin conocimiento. Cuando se levantó caía sangre de su frente; pero no era grave.

Me paré en la puerta y vi el caos. Fueron escenas de gente sin un brazo, caminando sin cabeza, sin piernas... Fue algo como el regreso de los muertos vivientes; eso es nada para lo dantesco que fue esto , cuenta Antún.

Los que pudieron, salieron y llevaron varios heridos hasta la parte alta del pueblo. Allí Ramos propuso que se devolvieran para subir a varias canoas en las que pudieran huir. Pero había que pasar en medio del combate para abordarlas.

La gente se quedó callada y vi que la propuesta no tenía eco. Entonces dije: mi gente, tomemos alguna decisión rápida porque en esta cuestión un minuto es vital. Están de acuerdo? Y la gente dijo sí. No se me olvida que una señora añadió: pero que el cura vaya adelante .

Ondeando una sábana blanca en un palo el sacerdote avanzó gritando: Quiénes somos? La población civil, Qué pedimos? Respeto por la vida . Ahí no murió nadie. Yo caminaba y sentía que adelante iban como unos escudos protegiéndome. Yo desde la fe lo entiendo .

Así llegaron al embarcadero y remando con las manos, pues no había otra manera, 300 personas salieron de ese infierno.

Como cristiano uno perdona, pero también exige y una forma de resarcir este daño, aunque la vida no tiene proceso de ser resarcida, es que nos sentemos a hablar para que actos como estos no vuelvan a repetirse en ninguna parte del mundo , concluye Antún Ramos.

Tomado de: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1372840