viernes, 21 de agosto de 2009

Hasta que por fin

Por fin he vuelto. He sentido una presión espiritual tan amplia que no he sabido como evadir al Señor, esta presión me ha arrastrado hasta el desierto de mi alma, me ha llevado hasta los confines de mi reflexión cristiana, de lo que soy, de lo que el Señor espera de mí, de como me ama y de lo bello que es Él conmigo.

Sentado en un café

Llevaba demasiado tiempo en el mismo lugar con la misma taza de café entre sus manos, queriendo llevarlas una contra otra, como quien hace una oración, en medio estaba la taza, era mejor así, que nadie fuera a confundir sus intensiones mas allá de lo que ya las tenía confundidas. Ahora todo era tan extraño... Alrededor de el había tanta gente, todos parecían alegres, el sabía que su felicidad no era completa, que muchas de esas parejas estaban llegando a buscar algo que hace mucho no tenían, llegaban a buscar enamorarse de nuevo, a sentir calor en sus miradas, a sentirse extrañas, depositando tristemente el valor del misterio en los lugares, en las conversaciones ociosas, en lo que deberían haber sido, en lo deseado, en lo derramado en el tiempo, en lo pendiente, en lo que les dijeron que serían y no lograron, en tantas expectativas que tuvieron los que los amaron y finalmente decidieron que lo mejor era fallar, que no siempre es posible soportar la presión del mundo, el tiempo que es una constante tan llena de incertidumbres, que las fuerzas que tenemos no alcanzan y la razón no siempre indica muy bien donde invertir lo poco que se tiene... Finalmente todo era tan pesado, tan triste, tan desesperado, que sujeto mas fuerte la taza esperando poder vencer aquel obstáculo que impedía que sus manos se unieran, si sus manos no son capaz de apoyarse sería capaz de confiar en otras manos?

Se levanto casi por reflejo, dejo el dinero con que contaba sobre la mesa, de repente le pareció tan digno lo hacían en aquel lugar, y comenzó a caminar en lo que pensó que era una dirección cualquiera, paso junto a una iglesia y se detuvo como si quisiera exponerle lo que pensaba de ella, eran tan confusos sus pensamientos que no noto lo mucho que allí se detuvo, finalmente siguió su camino y se llevo consigo sus explicaciones, sus confusiones, ahora mayores, viendo a aquel justo crucificado.

Esa noche hizo demasiado frío, las calles estaban solas y en algunos hogares se escuchaban niños y risas.

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