domingo, 23 de enero de 2011

Influjo Social de la Iglesia. José Manuel Otaolaurruchi

Hay que ver cómo disfruta la gente echándole en cara a la Iglesia los males del planeta, y repiten hasta el cansancio que por qué no se vende el Vaticano para darles el dinero a los pobres, como si allí estuviera la solución de los problemas. La Basílica de San Pedro es patrimonio de la humanidad, pero, pensándolo bien, no estaría mal cobrar la entrada para ver 'La Pietá', de Miguel Ángel, o la 'Gloria', de Bernini, y el dinero dárselo a los pobres. Mejor les vendría echarle un ojo al escandaloso presupuesto que los países del "primer mundo" destinan anualmente a la partida de armamento militar. Sin embargo, saco feliz provecho de las lecturas que narran cómo Jesús y sus discípulos se ocupaban de predicar el Evangelio del Reino de Dios y de socorrer a la gente en sus necesidades, para abordar el tema de la acción social.

Sería absurdo intentar un informe público, en primer lugar porque al único al que le tenemos que rendir cuentas es a Dios, y en segundo lugar porque la Iglesia no medra por la caridad cristiana que realiza en todo el mundo, pero sí traigo a colación dos cifras que pueden dar una lejana idea de lo mucho que aporta en educación, salud y alimentación principalmente.

Peter Seewald, cuando entrevista al papa Benedicto XVI en su libro 'Luz del mundo', reconoce que el 25 por ciento de los enfermos de sida son tratados actualmente por instituciones católicas. En algunos países, como por ejemplo en Lesoto, son mucho más del 40 por ciento. El Papa, en su modesta respuesta, constata que en África la Iglesia hace más que los demás porque no habla solo desde la tribuna periodística, sino que ayuda a las personas que se encuentran en ese lugar.

Y para revestir con números esta reflexión, el periódico 'El Mundo' publicó, el 13 de febrero del 2008, una nota del episcopado español donde le recuerda al Gobierno que la Iglesia le ahorra muchos miles de millones de euros anualmente. Solo en educación le alivió ese año 1.983 millones de euros, sin contar salud y alimentación. Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, comentó: "A veces somos tan acomplejados que no contamos lo que hacemos. Parece que nos da vergüenza. Además, nosotros no tenemos que inventarnos nada. Disponemos de muchísimos testimonios de gente entregada y de datos que avalan lo que hacemos por y para la sociedad".

Como dije al inicio, no pretendo robar una exclamación de admiración, sería vender la primogenitura por un plato de lentejas, pero sí llamar a las conciencias para que cada uno se analice sobre cuál es el grado de compromiso social que realiza y que deje a la Iglesia, compuesta también ella por hombres limitados, que siga aportando su granito de arena.

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